De repente se sentó delante de mí,
no tardó en llegar
la amiga,
ambas escribían en sus ordenadores, cosas interesantísimas,
proyectos, reseñas, investigaciones, nuevas jurisdicciones.
tipeaban en el ordenador con sus uñas rojas, mordiendo sus labios
mojados y brillantes
mientras hablaban de banalidades con acento de Georgia,
en el patio se veía
a un tipo barriendo cuanta hoja encontraba
empleados de la universidad pasaban por nuestro lado riendo.
la amiga ya se había marchado, y sólo quedaba la del vestido ceñido
tipeando, incesante, -todos lo hacíamos-.
las hojas caían, y los funcionarios reían,
más tarde volví a mi casa y le expliqué a mi novia lo que vi en la
biblioteca,
¿querías poseerla?, me preguntó
le respondí: no,
sólo mejorarla
en un poema
salvavidas,
para
pasar la tarde,
entre reseña y reseña.